(CNA/InfoCatólica) Cien años después de su canonización, el Jubileo de santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz —más conocida en todo el mundo como «la Pequeña Flor»— está atrayendo a peregrinos hacia su perenne mensaje de confianza, amor y alegre sencillez.
Canonizada por el papa Pío XI en 1925 y proclamada doctora de la Iglesia por san Juan Pablo II en 1997, santa Teresita de Lisieux es una de las figuras espirituales más queridas del catolicismo moderno. Su «caminito», basado en la confianza infantil en la divina misericordia, sigue cautivando los corazones de fieles y buscadores espirituales por igual.
El año jubilar comenzó el 4 de enero y se extenderá hasta la próxima Navidad, con un fin de semana de celebraciones del 16 al 18 de mayo en su ciudad natal de Lisieux, en el norte de Francia.
El tema elegido para el evento, «La alegría en la santidad», resuena profundamente con la convocatoria del papa Francisco para el Año Jubilar 2025: «Peregrinos de la esperanza». Para innumerables personas, Teresita es precisamente eso: una compañera de esperanza, que guía por caminos ocultos pero luminosos hacia Dios.
Un fin de semana especial en Lisieux
Los principales actos conmemorativos comenzaron la tarde del viernes con una procesión a la luz de las velas, llevando las reliquias de Teresita desde el convento carmelita —donde vivió su vida religiosa— hasta la basílica, seguida de una vigilia de cantos.
El 17 de mayo, día central del centenario, se abrirá con una solemne reunión ante el relicario, acompañada de himnos corales y repiques de campanas. A las 11 de la mañana se celebrará la santa Misa, que será transmitida en directo por diversas plataformas en redes sociales. Durante la tarde, los peregrinos podrán participar en actividades espirituales, artísticas y familiares, que incluyen visitas guiadas a los lugares clave de la vida de Teresita, un proyecto colaborativo de mosaico para reproducir su retrato y la fachada de la basílica, y la proyección de la película «Una carrera gigante», dedicada a su vida.
Uno de los momentos más destacados será el concierto de la cantante franco-canadiense Natasha St-Pier, cuyas interpretaciones musicales de los poemas de Teresita han acercado a las nuevas generaciones a la mística de la santa. La artista, quien ha manifestado en repetidas ocasiones su profunda devoción a la carmelita, se ha convertido en una de las principales embajadoras culturales del mensaje espiritual de Teresita en el mundo francófono.
El domingo 18 de mayo, último día de las celebraciones, comenzará con un gesto simbólico de comunión con la Iglesia universal: la inauguración del pontificado del papa León XIV será transmitida en directo desde Roma a las pantallas de la basílica. Más tarde, se celebrará un acto especial frente al Carmelo para recordar la larga lista de milagros atribuidos a la intercesión de la santa, testimoniando su permanente cercanía a los fieles.
La fuerza del «caminito»
Lo que sigue atrayendo a multitudes hacia «la Pequeña Flor» es la radical sencillez de su visión espiritual. En una cultura dominada por la búsqueda de logros, el ruido y la autoafirmación, su «caminito» de hacer pequeñas cosas con gran amor ofrece un verdadero antídoto.
Reflexionando sobre la perdurable influencia de la santa de Lisieux, el padre Emmanuel Schwab, rector del santuario, recordó recientemente la exhortación apostólica del papa Francisco de 2023, C’est la Confiance («Es la confianza»), dedicada a ella, que se abre con estas palabras de la santa: «Es la confianza y nada más que la confianza lo que debe llevarnos al amor».
«Estas últimas palabras resumen su “caminito”: una confianza desconcertante en un Dios que salva, da vida y nos conduce a amarle por encima de todo», explicó en una entrevista con la diócesis de París.
El mensaje de Teresita es hoy más actual que nunca, pues su propio camino espiritual no estuvo exento de pruebas. Nacida en Alençon en 1873, ingresó al Carmelo de Lisieux a los 15 años y falleció de tuberculosis en 1897, a la edad de 24 años. En la Pascua de 1896, ya gravemente enferma, entró en lo que llamó su «noche de la fe». Durante los últimos 18 meses de su vida, experimentó la ausencia de todas las imágenes consoladoras de Dios. Este período de oscuridad espiritual, como lo describe el teólogo padre François Marxer, nos enseña «a no hacer pactos ni entrar en confrontaciones, sino a sobrellevar esa parte de ateísmo que todos llevamos dentro», conscientes de que «esa noche es Dios mismo».
Esta capacidad de hablar a almas heridas y en búsqueda es parte de lo que ha llevado a la cantante Natasha St-Pier a identificarse tan profundamente con la santa.
«Teresita me ayudó a descubrir una fe sencilla de aplicar en la vida diaria», afirmó St-Pier en una entrevista de 2018 con La Croix. «No se necesitan grandes gestos, grandes demostraciones ni sentirse culpable. Dios nos ama, incluso si somos pecadores, incluso si no somos excepcionales».
Un jubileo global
Las celebraciones del centenario no se limitan a Francia. En Estados Unidos, una gran gira de las reliquias abarcará más de una docena de ciudades entre octubre y diciembre, con paradas en santuarios nacionales de «la Pequeña Flor» en San Antonio (Texas), Michigan y Florida. Otras parroquias locales, como la iglesia de santa Teresita en Alhambra, California, ofrecerán procesiones eucarísticas y conferencias en torno al aniversario de mayo.
En Irlanda, el Santuario de Knock celebrará el «Día Internacional de santa Teresita» el 13 de julio, combinando veneración de reliquias, celebración eucarística, procesión del Rosario, conferencias y actividades comunitarias. El Reino Unido también prepara conmemoraciones nacionales, especialmente en parroquias dedicadas a la santa, con una semana de celebraciones que culminará en solemnes Misas el 18 de mayo.
Mientras los fieles se congregan en Lisieux y en distintos continentes, no solo honran a una santa, sino que buscan reencontrarse con una intuición espiritual que sigue iluminando los rincones más oscuros de la vida moderna. Al celebrar el centenario de su canonización, la Iglesia vuelve a mirar con esperanza la audaz promesa infantil de Teresita:
«Pasaré mi cielo haciendo el bien en la tierra».