El asesino del misionero jesuita Vicente Cañas finalmente enfrenta la justicia después de 38 años

Olvidado durante décadas, comienza a recibir justicia

El asesino del misionero jesuita Vicente Cañas finalmente enfrenta la justicia después de 38 años

El jesuita español entregó su vida defendiendo a los pueblos indígenas del Mato Grosso, y fue asesinado por oponerse a los intereses de terratenientes. El proceso judicial fue entorpecido por el propio policía implicado en el crimen. Hoy, su figura resurge como símbolo de entrega cristiana y compromiso con los más vulnerables.

(CatholicHerald/InfoCatólica) La justicia brasileña ha emitido finalmente una orden de arresto contra uno de los responsables del brutal asesinato del misionero jesuita Vicente Cañas, de origen español, ocurrido hace 38 años en el estado amazónico de Mato Grosso.

Ronaldo Osmar, entonces delegado de la policía local, fue hallado culpable en 2017 del homicidio de Cañas. Sin embargo, recién este mes venció el plazo para cualquier tipo de apelación legal, lo que habilita la ejecución de la sentencia. No obstante, debido a su avanzada edad y su estado de salud, su encarcelamiento podría depender aún de una evaluación médica.

«Esa indefinición no me molesta. Lo importante es que fue condenado y nada puede cambiar eso», declaró a Crux Sebastião Carlos Moreira, agente pastoral del Consejo Indigenista Misionero (CIMI), organismo de la Conferencia Episcopal de Brasil.

Vicente Cañas nació en Albacete, España, en 1939. Ingresó a la Compañía de Jesús y llegó como misionero a Brasil en 1966. En 1969 comenzó su labor con comunidades indígenas en Mato Grosso.

Junto a su compañero jesuita, el padre Thomaz Aquino Lisbôa, Cañas fue uno de los primeros en entrar en contacto con pueblos indígenas del noroeste de Mato Grosso en la década de 1970. Durante más de diez años convivió con diversos grupos indígenas —Tapayuna, Paresi, Mÿky y Enawenê-Nawê—, compartiendo sus costumbres, su lengua y su modo de vida, según informa Agenzia Fides, servicio de información de las Obras Misionales Pontificias.

Además, trabajó activamente en la defensa del territorio indígena frente a los intentos de apropiación por parte de terratenientes. Luchó junto al Estado brasileño para lograr la demarcación oficial de tierras, algo que se concretó solo después de su trágica muerte.

«Nos conocimos en 1978. Para entonces, él ya había establecido contacto con los Enawenê-Nawê algunos años antes», recuerda Moreira.

Hasta entonces, los Enawenê-Nawê no habían tenido contacto real con la sociedad circundante. Sus tierras tradicionales no estaban reconocidas por el gobierno, y ganaderos y madereros ilegales invadían su territorio.

Cañas vivió con ellos durante una década, aprendiendo su lengua y tradiciones. Fue parte del grupo de trabajo que presentó al gobierno los parámetros para la definición legal de su territorio.

«Por supuesto, los terratenientes tenían mucho interés en esas tierras. Al ver que Cañas trabajaba para protegerlas, empezaron a verlo como un obstáculo y no tardaron en llegar las amenazas», relató Moreira.

En varias ocasiones, el propio Cañas advirtió a sus amigos que su vida estaba en peligro. Finalmente, en abril de 1987, fue asesinado en su choza, a unos 60 kilómetros de la aldea Enawenê-Nawê. Estaba solo, en cuarentena —una práctica necesaria al visitar comunidades aisladas para evitar el contagio de enfermedades—, esperando reencontrarse con ellos. Su cuerpo fue hallado solo treinta días después.

Desde entonces comenzó una larga espera por justicia. El principal problema fue que la investigación policial fue dirigida por el propio Ronaldo Osmar, quien además era uno de los principales sospechosos. Hizo todo lo posible para entorpecer el proceso y evitar el avance del caso.

Uno de los episodios más absurdos ocurrió en 1989. Aunque el cuerpo de Cañas ya había sido analizado por peritos forenses en Mato Grosso, su cráneo fue enviado inexplicablemente a Minas Gerais para una evaluación adicional. Allí fue declarado desaparecido. Meses después, un lustrabotas encontró el cráneo en una caja abandonada en la calle.

«Mientras el caso estuvo en manos de la justicia local, no avanzó. Por eso luchamos por su federalización», explicó Moreira.

Uno de los fundamentos para que el caso pasara a la justicia federal fue que Cañas integraba un grupo oficial de trabajo del gobierno brasileño sobre tierras indígenas. El nuevo proceso comenzó en 2015 y dos años después se dictó la condena contra Osmar.

Según el CIMI, un factor clave en el juicio fue la participación como testigos de miembros del pueblo indígena Rikbaktsa. Los Enawenê-Nawê, por razones culturales, no pueden mencionar a los muertos, por lo que no podían declarar sobre Cañas. Los Rikbaktsa, sin esa limitación, aportaron nuevos testimonios decisivos.

Mientras la causa avanzaba lentamente, Vicente Cañas fue rápidamente reconocido como mártir en la Iglesia de la Amazonía, junto a figuras como la hermana Dorothy Stang (1931-2005) y el padre Josimo Tavares (1953-1986), también asesinados por defender a los pueblos y sus tierras. Durante el Sínodo para la Amazonía en 2019, fue recordado en múltiples ocasiones por quienes lo conocieron.

«Era una persona profundamente humana. No toleraba ninguna forma de injusticia. Tenía la utopía de que podíamos construir un mundo fraterno y murió por eso», expresó Moreira. «Para mí, fue un modelo de vida y de fe».

Entre los Enawenê-Nawê, Vicente Cañas nunca ha sido olvidado. Parte de su lucha se centró en la demarcación de sus tierras ancestrales en la región del río Preto, donde se cree que habitan los espíritus de tres clanes del pueblo. Hoy, esa zona está ocupada por haciendas.

«Parte de las tierras oficialmente reconocidas para ellos en 1996 están ahora invadidas por ganaderos y madereros ilegales», denunció Moreira.

Algunos compañeros jesuitas de Cañas sostienen que la justicia solo será completa cuando cesen por completo las invasiones de tierras indígenas en Brasil. Lamentablemente, ese día parece todavía muy lejano.

2 comentarios

Francisco Javier
Con solo que no lo pretendan beatificar ni canonizar.
25/05/25 8:07 PM
Ana
Luzca para él la luz perpetua, descanse en paz, amén.
Pero... Supongo que, si fuera un misionero mártir, este artículo trataría sobre conversiones, bautizos, parroquias fundadas por él y celo apostólico... Pero ¡Solo habla de su lucha social y de terrenos! No me parece un misionero, la verdad
25/05/25 10:57 PM

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